En los últimos días, varios funcionarios de Gobierno se han dado a la tarea de asegurar que el crecimiento económico depende de la recaudación fiscal que se logre, y que solo así se pueden sostener todos los programas sociales.
Pero a la hora de hacer este planteamiento, poco se habla del gasto público y la carga que este representa a la economía nacional, de los 23 impuestos aprobados en los últimos siete años y de los planes de austeridad necesarios para reducir este impacto.
Además, hay serios problemas para la ejecución de presupuestos, lo que se tiene no se puede invertir y eso genera otro estancamiento en la economía nacional.
Entonces ¿De quién depende el crecimiento económico del país? Pues del capital privado, del riesgo a invertir, de la suma de esfuerzos para iniciar un proyecto emprendedor.
El papel de Estado se reduce a facilitar a estos emprendedores a iniciar sus proyectos, agilizando trámites, disminuyendo procesos burocráticos e incentivando la inversión.
Por tanto, las políticas públicas deberían estar encaminadas a lograr este objetivo. Si el ejecutivo se escuda en que la recaudación fiscal del país es baja, no debe cobrarle más a los que contribuyen, sino mejorar sus mecanismos de recaudación a fin de cobrarle a aquellos que no le pagan.
Solo así se puede hablar de un crecimiento económico más allá del 2.6% optimista planteado por